19 septiembre 2007

I am Frankestein. My name is monster. (IV)

Bueno, como verán mis disquisiciones están pensadas para ser emitidas en tiempo real, lo que hace que sea un poco llamémosle eufemísticamente “farragosas”. Aunque no quiero dejar de expresar que siendo el objetivo primero un libro deberá ser corregido este defecto poco a poco. Pero todo se andará.

(Perdonen las molestias, pero es demasiado tarde y haré un breve inciso antes de acostarme con respecto a una de las últimas lecturas que me han servido de inspiración para el proceso que he iniciado hoy, creo que la constitución de las personalidades vienen de las lecturas y visiones que se han tenido a lo largo de la vida y por tanto no hacer presente de algún modo a éstas, sería hurtar un proceso “intertextual o transtextual si se prefiere en el que se conforma cualquier cosa que pueda decirse)

Fantasma,s. Signo exterior e invisible de un temor inferior. Para explicar el comportamiento inusitado de los fantasmas, Heine menciona la ingeniosa teoría según la cual nos teme tanto como nosotros a ellos. Pero yo diría que no tanto, a juzgar por las tablas de velocidades comparativas que he podido compilar a partir de mi experiencia personal.

Para creer en los fantasmas, hay un obstáculo insuperable. El fantasma nunca se presenta desnudo: aparece, ya envuelto en una sábana, ya con las ropas que usaba en vida. Creer en ellos, pues, equivale no sólo a admitir que los muertos se hacen visibles cuando ya no queda nada de ellos, sino que los productos textiles gozan de la misma facultad. Suponiendo que la tuvieran, ¿con qué fin la ejercerían? ¿porqué no se da el caso de que un traje camine solo sin un fantasma adentro? Son preguntas significativas que calan hondo y se aferran convulsivamente a las raíces mismas de este floreciente credo.”

Del “Diccionario del Diablo” de Ambrose Bierce

[imagen compuesta vía Espejo de pelotitas brillantes.]

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